Expresión escrita PSEC 2006-2007

Herramienta interactiva de la cátedra de Expresión escrita del Programa Superior de Escritura Creativa del Instituto ICREA en los turnos matutino y sabatino, a cargo del escritor Jesús Nieves Montero.

sábado, octubre 20, 2007

Un artículo de Ignacio Ávalos, Abreu...

I Entre nosotros, decir Abreu, a secas, no es sólo hablar de Bob, el pelotero de los Yanquis de Nueva York y, a raticos, de los Leones del Caracas durante nuestra temporada de pelota profesional. En este país, beisbolero y todo, decir Abreu también es referirse a José Antonio, un hombre dedicado a la música luego de colgar los hábitos de economista y de político. Es, así pues, referirse al maestro Abreu, el creador de una obra muy importante a lo largo de tres décadas, hecha a punta de paciencia, sudor e, imagina uno, algo de salivita, indispensable, según se suele decir, para hacer las cosas en el trópico. Una obra con muy pocos equivalentes en la Venezuela del último medio siglo, muy reconocida afuera, lo cual ha ayudado –así somos los venezolanos– para que se le considere profeta en su tierra.

II Recientemente, el Gobierno decidió encomendarle al maestro Abreu la concepción y puesta en práctica de la Misión Música. Lo hizo, según es su estilo, por boca del presidente Chávez en su programa dominical. Agarró movido de la base, incluso, al ministro de Cultura, quien pronto, según informan, se puso a trabajar para cumplir las instrucciones impartidas. Es una tarea puesta en las mejores manos, piensa uno, simple ciudadano de a pie, admirador del empeño que pone Abreu en cada una de sus tareas; pero a la vez extraña, puesto que no es un gesto habitual en estos tiempos nuestros, tan mezquinos y ariscos. Se extraña uno, digo, porque el Gobierno tiene trazada –es también parte de su estilo– una raya amarilla para distinguir a los que, en materia de política, tienen otras ideas y pareceres acerca de cómo debe ser el país. Se extraña uno, en fin, porque el maestro Abreu viene, con todo su bagaje, de épocas que han querido ser engavetadas, sacadas a relucir únicamente cuando sirven para comprobar el fracaso de gobiernos anteriores al actual.

Pero, extrañado y todo, no cabe, desde luego, sino aplaudir la buena ocurrencia oficial de encomendarle al maestro Abreu, dándole los recursos necesarios, el trabajo de llevar adelante la Misión Música de acuerdo con su leal saber y entender, sin más criterios que los que derivan de una experiencia larga y exitosa. El propósito es conseguir que los 280.000 jóvenes que actualmente tocan música clásica en las diversas orquestas, pasen a ser 1 millón.

III Ante la decisión presidencial, algunos sectores de la oposición, quién sabe si minoritarios pero seguramente ruidosos, han respondido de acuerdo con un guión que, de tanto usarlo, parece haber sido transferido a su ADN político. Un guión que, en este caso, dispone que como el Gobierno elogia al maestro Abreu, éste pasa a ser, cuestión de reflejos condicionados a lo perrito de Pavlov, un chavista convicto y confeso y, en consecuencia, un vendido, un inmoral, un mal patriota y otras cosas más, parte de un rosario de descalificaciones que puede ampliarse al consultar Internet, la arena de lucha preferida de estos grupos, los cuales, creen algunos politólogos, terminan siendo, dicho sea de paso, muy efectivos en su ayuda al Gobierno.

Así pues, en virtud de la miseria y de la obcecación políticas propias de esta época venezolana, el maestro Abreu ha pasado a ser el traidor Abreu.

IV Piensa uno, entonces, lo mucho que nos está costando a los venezolanos la convivencia política. Es como si hubiéramos extraviado la comprensión y nos resultara difícil reconocernos, todos, en algo.

Es que hasta la Vinotinto puede ser motivo para discrepar y separarnos. Qué vaina, ¿no?

Harina de otro costal.
El amigo de una amiga de mi esposa echó este cuento. Un señor australiano tuvo que tramitar quién sabe qué documento ante una oficina pública. Tres días después, cuando fue a recogerlo, observó que lo habían puesto como nacido en Austria. Hizo la observación correspondiente. "Soy de Australia", remarcó. Ante la queja expuesta, el funcionario de turno prefirió consultar a su superior. De regreso, a los pocos minutos, el modesto burócrata le informó que su jefe decía que él no sabía cómo era en otros lados, pero que en Venezuela se podía decir de las dos maneras, Austria y Australia. "Da lo mismo", remató. El amigo de la amiga de mi esposa señaló que tal vez se trata de una manifestación, un tanto exagerada, de nuestro derecho a la soberanía.

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