Expresión escrita PSEC 2006-2007

Herramienta interactiva de la cátedra de Expresión escrita del Programa Superior de Escritura Creativa del Instituto ICREA en los turnos matutino y sabatino, a cargo del escritor Jesús Nieves Montero.

sábado, diciembre 15, 2007

Primer fragmento de "El día que me quieras" de José Ignacio Cabrujas

Primer tiempo

Rubias de Nueva York


La sala y el patio de las Ancízar a las doce del día. Un reloj Junghans suena y es la única exactitud del lugar. El resto es árabe y fantasioso; jarrones dorados, mariposas, cerámicas, pastorcillos pálidos, lotos, bambúes y delicadezas. María Luisa está sentada en un sofá vienés. Pío Miranda, a su lado, observa el albañal del patio. María Luisa sonríe vagamente percatándose de Pío, a quien olvidó hace unos minutos.

María Luisa: ¿Y Stalin?

Pío: Stalin los reúne a todos en el salón de conferencias, a mano izquierda, entrando por la puerta principal como quien va hacia el comedor del terrible. Stalin aguarda y entra Bujarín y entra Zinoviev y entra Kamenev y Trotsky y los viejos bolcheviques, tensos, impenetrables, definitivos. Rakovski...

María Luisa: ¿Quién es Rakovski, Pío?

Pío: Rakovski es el comisario de Armenia, el gran oso de los kuláks. Rakovski tose. Stalin lo mira. Rakovski no tose. Stalin se levanta, sobrio, medular, profundo. Y hay ese momento de angustia. Y Stalin dice: Caballeros: Vladimir Ilich, acaba de morir.

María Luisa: Ay.

Pío: ¿Qué...?, dice Kamenev... ¿Qué...? Un qué abrumado, un qué terrible... ¿Qué...? Y la cabeza se mueve...

María Luisa: ¿La cabeza de quién...?

Pío: La cabeza de Kamenev (Y la cabeza de Pío reproduce la perplejidad de Kamenev) ¿Qué...? ¿Qué...?

María Luisa: Ay.

Pío: Y Bujarín se levanta y camina hacia el llamado ventanal de la zarina en tiempos de opresión. Zinoviev lo mira. Stalin lo mira y Trotsky pregunta: ¿Qué hace el camarada Bujarín en el llamado ventanal de la zarina?

María Luisa: Lloraba.

Pío: Lloraba. Los grandes ojos de Bujarín repletos de lágrimas. Vladimir Ilich los había dejado aquel 21 de enero de 1924. Y Iosif bajó la cabeza, Iosif Visarianovich, mejor conocido por Stalin, acero, así se templó el acero, bajó la cabeza por última vez hasta el sol de hoy y dijo: Camaradas, ¿cómo se llena un vacío?

María Luisa: (En un hilo) ¿Dijo...?

Pío: Camaradas, ¿cómo se llena un vacío? Y todos se miran y entra Alliluyeva, la mujer de Stalin, con el samovar de la tarde.

María Luisa: No hay nada en el mundo como el té de samovar. ¿Tendremos uno alguna vez, Pío?

Pío: Creo que sí. O por lo menos nos dejarán usar el samovar del koljosz.

María Luisa: ¿Hará mucho frío, verdad?

Pío: Al principio. Pero después, uno se acostumbra a todo.

María Luisa: Hoy hablaré con Elvira.

Pío: ¿Y por qué no esperamos la respuesta de Romain Rolland?

María Luisa: Ella no sabe quién es Romain Rolland. Llegamos a Moscú y hablamos con franqueza. ¿Por qué tenemos que llevar una carta de Romain Rolland? En Moscú es distinto. No es un país de tarjetas. Vamos al Kremlin y nos quedamos allí, junto a la tumba de Lenin. Alguien vendrá. Rakovski vendrá. Zinoviev, Kamenev, alguien. Quién sabe si el mismo Stalin. Y entonces, nos jugamos el todo por el todo. Le decimos: mire, Stalin, venimos de Caracas, el señor Pío Miranda y María Luisa Ancízar, encantados. ¿Qué puede pasar, Pío?

Pío: No va a entender.

María Luisa: ¿Y por qué no?

Pío: Porque el camarada Stalin no habla castellano.

María Luisa: Tal vez Zinoviev o Kamenev...

Pío: María Luisa, son personas ocupadas. No puedes salirles al paso, así como así, y decirles que estás llegando de Caracas.

María Luisa: ¿No saben dónde está Caracas?

Pío: Por supuesto que saben. El camarada Stalin tiene una visión total del planeta. Pero no se trata de eso. Y además, es imposible entrar en un país de esa manera. Hay aduanas, María Luisa. Si las hay aquí, en esta equivocación de la historia, ¿cómo no la va a haber en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas? Justamente por eso le he escrito a Romain Rolland. Porque se trata de un humanista, uña y carne con el camarada Stalin y vara alta en la Internacional Comunista. No es lo mismo entrar en el Kremlin, como Pedro por su casa, que hacerlo con una carta donde Romain Rolland diga: los señores son María Luisa Ancízar y Pío Miranda, de Caracas, que vienen allí con la intención de participar en la vida koljosiana, dentro del plan quinquenal, etc., etc...

(Entra Elvira Ancízar. Viene de la calle)

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