Primer fragmento de "El día que me quieras" de José Ignacio Cabrujas
Primer tiempo
Rubias de Nueva York
La sala y el patio de las Ancízar a las doce del día. Un reloj Junghans suena y es la única exactitud del lugar. El resto es árabe y fantasioso; jarrones dorados, mariposas, cerámicas, pastorcillos pálidos, lotos, bambúes y delicadezas. María Luisa está sentada en un sofá vienés. Pío Miranda, a su lado, observa el albañal del patio. María Luisa sonríe vagamente percatándose de Pío, a quien olvidó hace unos minutos.
María Luisa: ¿Y Stalin?
Pío: Stalin los reúne a todos en el salón de conferencias, a mano izquierda, entrando por la puerta principal como quien va hacia el comedor del terrible. Stalin aguarda y entra Bujarín y entra Zinoviev y entra Kamenev y Trotsky y los viejos bolcheviques, tensos, impenetrables, definitivos. Rakovski...
María Luisa: ¿Quién es Rakovski, Pío?
Pío: Rakovski es el comisario de Armenia, el gran oso de los kuláks. Rakovski tose. Stalin lo mira. Rakovski no tose. Stalin se levanta, sobrio, medular, profundo. Y hay ese momento de angustia. Y Stalin dice: Caballeros: Vladimir Ilich, acaba de morir.
María Luisa: Ay.
Pío: ¿Qué...?, dice Kamenev... ¿Qué...? Un qué abrumado, un qué terrible... ¿Qué...? Y la cabeza se mueve...
María Luisa: ¿La cabeza de quién...?
Pío: La cabeza de Kamenev (Y la cabeza de Pío reproduce la perplejidad de Kamenev) ¿Qué...? ¿Qué...?
María Luisa: Ay.
Pío: Y Bujarín se levanta y camina hacia el llamado ventanal de la zarina en tiempos de opresión. Zinoviev lo mira. Stalin lo mira y Trotsky pregunta: ¿Qué hace el camarada Bujarín en el llamado ventanal de la zarina?
María Luisa: Lloraba.
Pío: Lloraba. Los grandes ojos de Bujarín repletos de lágrimas. Vladimir Ilich los había dejado aquel 21 de enero de 1924. Y Iosif bajó la cabeza, Iosif Visarianovich, mejor conocido por Stalin, acero, así se templó el acero, bajó la cabeza por última vez hasta el sol de hoy y dijo: Camaradas, ¿cómo se llena un vacío?
María Luisa: (En un hilo) ¿Dijo...?
Pío: Camaradas, ¿cómo se llena un vacío? Y todos se miran y entra Alliluyeva, la mujer de Stalin, con el samovar de la tarde.
María Luisa: No hay nada en el mundo como el té de samovar. ¿Tendremos uno alguna vez, Pío?
Pío: Creo que sí. O por lo menos nos dejarán usar el samovar del koljosz.
María Luisa: ¿Hará mucho frío, verdad?
Pío: Al principio. Pero después, uno se acostumbra a todo.
María Luisa: Hoy hablaré con Elvira.
Pío: ¿Y por qué no esperamos la respuesta de Romain Rolland?
María Luisa: Ella no sabe quién es Romain Rolland. Llegamos a Moscú y hablamos con franqueza. ¿Por qué tenemos que llevar una carta de Romain Rolland? En Moscú es distinto. No es un país de tarjetas. Vamos al Kremlin y nos quedamos allí, junto a la tumba de Lenin. Alguien vendrá. Rakovski vendrá. Zinoviev, Kamenev, alguien. Quién sabe si el mismo Stalin. Y entonces, nos jugamos el todo por el todo. Le decimos: mire, Stalin, venimos de Caracas, el señor Pío Miranda y María Luisa Ancízar, encantados. ¿Qué puede pasar, Pío?
Pío: No va a entender.
María Luisa: ¿Y por qué no?
Pío: Porque el camarada Stalin no habla castellano.
María Luisa: Tal vez Zinoviev o Kamenev...
Pío: María Luisa, son personas ocupadas. No puedes salirles al paso, así como así, y decirles que estás llegando de Caracas.
María Luisa: ¿No saben dónde está Caracas?
Pío: Por supuesto que saben. El camarada Stalin tiene una visión total del planeta. Pero no se trata de eso. Y además, es imposible entrar en un país de esa manera. Hay aduanas, María Luisa. Si las hay aquí, en esta equivocación de la historia, ¿cómo no la va a haber en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas? Justamente por eso le he escrito a Romain Rolland. Porque se trata de un humanista, uña y carne con el camarada Stalin y vara alta en la Internacional Comunista. No es lo mismo entrar en el Kremlin, como Pedro por su casa, que hacerlo con una carta donde Romain Rolland diga: los señores son María Luisa Ancízar y Pío Miranda, de Caracas, que vienen allí con la intención de participar en la vida koljosiana, dentro del plan quinquenal, etc., etc...
(Entra Elvira Ancízar. Viene de la calle)
0 Comentarios...
Publicar un comentario
<< Home