Una interesante entrevista con el poeta venezolano Rafael Cadena
–En Anotaciones usted sugiere que la poesía está "en baja" porque "la lengua se encuentra en la mayor penuria de su historia", ¿aún piensa lo mismo?
–Hoy no sé si es así. Eso lo escribió el autor de Anotacio nes, que era 24 años menor que yo. Él es el responsable de esa afirmación, pero sigo interesado en el lenguaje. Antes de viajar, por ejemplo, me inquietó el uso excesivo en la televisión y la radio de la palabra "tema". Parece que a los comunicadores –cuya labor es indispensable– y a muchos políticos, no les gustan otras equivalentes como "asunto", "cuestión", "punto", "aspecto", "materia", "problema", "lo de", "en cuanto a", y muchas más.
Se oye: "Hablemos sobre el tema del tráfico en Caracas", cuando es más sencillo decir: "Hablemos sobre el tráfico en Caracas". Esto ya lo señalaba Ramón Hernández en el manual de estilo de El Nacional y otros como Lázaro Carreter y Álex Grijelmo, lo que indica que en España se padece de lo mismo. No sé si también Alexis Márquez lo toca, pero no les hacen caso. La palabra "tema" es casi innecesaria.
Además, no se habla sobre un tema, sino sobre lo que éste trata. Disculpa que me haya detenido en este punto cuando las calles se han apoderado de los estudiantes.
–En el mismo libro dice: "Un pueblo sin conciencia de la lengua termina repitiendo los slogans de los embaucadores; es decir, muere como pueblo". En ese sentido, ¿está muriendo el pueblo venezolano?
–Al autor de esa frase le gustaba hablar dramáticamente.
Déjame criticarlo. La primera afirmación me parece justa.
La segunda resultaría cierta si ese pueblo pierde su lengua, lo que no está ocurriendo, pero es hasta urgente que la conozca mejor para que no se deje engañar.
–¿Podría la poesía ayudar a restañar esa herida?
–No, porque sólo la lee una minoría, como ha pasado siempre, en todas partes; pero la lectura, no sólo de poesía, es la única curación.
–Usted reflexiona constantemente sobre la situación del país, ¿qué lo hace sentirse tan abatido con respecto a ella? –¿Quién te dijo que yo estaba abatido? Preocupado sí, porque en el país reina absolutamente la discordia y esto es muy peligroso. Se debe restaurar la convivencia. Es lo que plantean los estudiantes y los que afirman, con razón, que aquí cabemos todos, aunque unos quepan más que otros. Pero no hay diálogo. Tú sabes que a la esposa del dictador comunista rumano se le atribuye esta frase muy actual: "Cuando yo dialogo no quiero que se me interrumpa".
–En cuanto a la situación de la cultura, ¿qué es lo que más teme?
–Ya no temo, pues lo que era de temer se ha cumplido con creces. El sectarismo del Gobierno ha convertido al Ministerio de Cultura en un ministerio de propaganda.
Se trata de imponerle al país determinada visión y eso está reñido con la cultura, que sólo puede ser plural.
–¿Considera que el presidente Chávez tiene rasgos de autócrata? –¿Qué nombre le darías tú a quien tiene en sus manos todos los poderes y quiere más? –En Dichos afirma: "El hombre ha hecho tal culto del cambio que se le olvidó vivir", ¿esto podría aplicarse a la Venezuela de hoy?
–Sigues citando a ese autor al que le llevo quince años. Yo veo gente que quiere cambiar todo y vive muy bien, aunque no sé si eso signifique vivir en el sentido más profundo. Lo que se quiere hacer aquí es cambiar un condicionamiento por otro. Tal vez lavar los cerebros para introducir tonterías diferentes. Pero importante es saber que estamos muy determinados por lo vivido, la formación, el pasado. Ver eso nos da un margen parecido a la libertad y sobre todo tolerancia.
En ese proceso abundan los dislates. El socialismo, que es término muy inofensivo, en este momento es el principal eufemismo oficial que encubre otro término. Bolivarismo y socialismo es un clamoroso oxímoron. Bolívar era un republicano, ni siquiera demócrata en el sentido moderno.
Cristo, de quien poco se sabe, no conoció a Marx. Hay una retórica de guerra, una especie de delectación tanática que no existe en otros países, aunque cada uno tenga su ejército y aspire a fortalecerlo. Es sabido que a los seres humanos los atrae la guerra, destruirse.
–Si pudiera recomendarle una lectura a los venezolanos de todas las tendencias, ¿cuál sería y por qué?
–La de los libros de los grandes escritores que padecieron bajo los regímenes comunistas como El pensa miento cautivo de Czeslaw Milosz, ¡Tierra, tierra! del húngaro Sándor Márai y Vi da y destino del ruso Vasili Grossman serían muy oportunos; permiten conocer por dentro lo que pasaba allí para que eso se evite. Monte Ávila podría publicarlos.
Entonces se quería crear el hombre nuevo que todavía no he visto en ninguna parte.
Apenas cayeron los regímenes comunistas, él volvió a ser el que siempre era y abrazó con avidez el consumismo capitalista. Lo impuesto no funciona. ¿Es que ni ante evidencias se aprende? Le pregunté a un amigo en Italia el nombre del presidente y no se acordaba.
Yo desearía eso para Venezuela, pues un presidente es un simple ciudadano al servicio del país, aunque se le suelen subir los humos a la cabeza, por lo común con la ayuda de adulaciones vergonzosas.
Aparece el culto a la personalidad, que ha sido inseparable del comunismo.
Es que a mucha gente le gusta tener dueño, tal vez porque le quita la carga terrible de la libertad. Yo prefiero una dueña, que se puede llamar vida, naturaleza, divinidad o Gottheit como decía Eckhart.
Es la que verdaderamente manda. Por cierto que muchos gobernantes se consideran respaldados por eso que los hombres llaman Dios y sobre lo que nada se sabe.
Creen seriamente que está a su servicio. Lo convierten en lacayo. Es otra bobería de este mundo demencial.
–El mundo literario de pronto es más bien como un mundillo. Hay ego por todas partes. Los escritores creen que con ellos el lenguaje brilla. –Es un pequeño mundo, pero el ego, eso de creerse importante, no está sólo allí. Es una endemia ubicua. En realidad, cada quien es único, irrepetible, valioso, pero eso no tiene que ver con el ego; y sí, hay escritores en los que el lenguaje parece cosa de magia.
Si se envanecen son necios.
–Dada a la difusión que ha tenido su obra, ¿se ha visto alguna vez tentado a caer en esa trampa?
–No, porque observo mis pensamientos, mis reacciones, mis limitaciones. No me disgusta pasar inadvertido y más bien me siento como inferior a mis semejantes. Los veo tan seguros, tan afirmativos, tan decididos. Con todo, casi siempre digo sí a las invitaciones. Pero hay una en diciembre a la cual le diré no. (vía el nacional)
Etiquetas: Entremeses, Lecturas
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