Expresión escrita PSEC 2006-2007

Herramienta interactiva de la cátedra de Expresión escrita del Programa Superior de Escritura Creativa del Instituto ICREA en los turnos matutino y sabatino, a cargo del escritor Jesús Nieves Montero.

sábado, octubre 20, 2007

Un artículo: Aprender a vivir en la incertidumbre, de Alfredo Toro Hardy

Durante dos décadas y hasta su renuncia hace un par de años atrás, Jack Welch se desempeñó como presidente de General Electric, siendo considerado como el paradigma del empresario exitoso. Welch fue el precursor y el máximo exponente de la tesis según la cual sólo el cambio permanente, incluso el cambio por el cambio mismo, podía garantizar la competitividad de las empresas. El porqué de ello tiene una explicación precisa: al deshacerse las ataduras mentales se crean las condiciones necesarias para saber detectar y aprovechar oportunidades. Bajo esta perspectiva, la sujeción a una estrategia definida produce una suerte de visión selectiva, condicionada por preconceptos.

LA TESIS DE WELCH podría encontrar algunos de sus antecedentes en Clausewitz y en Sun Tzu, los dos mayores teóricos del arte de la guerra. Para ambos, toda planificación rígida de una campaña militar, o de una batalla, tendía a conducir al fracaso. La razón de ello resultaba clara en sí misma: el cambio continuo de circunstancias, las imperfecciones en la ejecución o la voluntad independiente de la otra parte, terminaban dejando sin sustento a los propios planes. No en balde, la necesidad de mantener siempre abiertas las opciones. Sin embargo, más que Clausewitz o Sun Tzu, la verdadera guía intelectual de Welch pareciera venir de Heráclito y de Jung.

Entre las múltiples corrientes filosóficas de la antigüedad helénica, hubo dos particularmente sugerentes que se contraponían. De un lado la de Heráclito, asentada en la noción del flujo y transformación permanentes de la naturaleza y de las cosas humanas. Era la filosofía del cambio. Al otro lado aparecía Aristóteles, padre del sistema lógico-racional. El suyo era un universo estable basado en inducciones y deducciones, en juicios y razonamientos. Heráclito nunca dejó huella profunda en Occidente. Podría decirse que la suya era una visión demasiado 'oriental' de la filosofía, mucho más cercana al pensamiento chino que a la de sus congéneres de la antigua Grecia. Aristóteles, en cambio, sentó las bases mismas del pensamiento y de la civilización occidentales.

EL FAMOSO PSIQUIATRA y humanista suizo Carl-Gustav Jung estuvo siempre fascinado por Heráclito, lamentando la poca influencia ejercida por éste en nuestros patrones mentales. Al no haber absorbido a Heráclito dentro de sus claves de identidad, Occidente perdió algo fundamental: la posibilidad de percibir la realidad desde una perspectiva más intuitiva y menos rígida. Aristóteles representaba la lógica de la causalidad (todo efecto tiene su causa). Sin embargo, junto a aquella existiría también una lógica de la 'casualidad'. Es decir, la concatenación de imprevistos que terminan definiendo nuestras vidas. Fue a partir de esta idea que Jung formuló su célebre tesis del 'sincronismo'. No en balde, la fascinación que Jung tuvo también por el I Ching, el famoso libro chino de las predicciones.

En momentos de dramática incertidumbre, como los que vivimos, nuestro principal escollo podría venir dado por el apego al sistema definido por Aristóteles. De él sólo podemos derivar angustias y zozobras. La ruptura continua de esquemas mentales y preconceptos, a la que nos hallamos sometidos, no puede encontrar respuesta dentro de un universo racional eminentemente estático. Al igual que Welch, deberíamos comenzar a apreciar las virtudes del cambio y a revalorizar las oportunidades que derivan de las casualidades. Sólo una actitud más abierta y flexible frente al permanente fluir de eventos que no estamos en condiciones de controlar, podría garantizarnos la sanidad mental.

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